viernes, 2 de abril de 2010

Más que una amiga, eres para mí una hermana, y nunca voy a tener palabras suficientes que puedan explicar lo agradecida que estoy de que me brindes tu amistad.
Los tiempos difíciles supieron apretarme la garganta, sepultarme bajo los escombros; cada uno de los demonios que me perseguía sabía exactamente dónde hallarme. En un momento dado me encontré atrapado y sin salida, o tal vez una sola salida, la mas fácil, la de los cobardes: pensé que tendría que morir para escapar a mis problemas. En ese mismo instante apareciste vos... vos y aquella inmensa balsa llamada amistad, y me recogiste del mar frío, yo más muerto que vivo, y supiste darme agua y pan y calmar mis temblores y hacer que los demonios se vayan.
Sóla tiempo más tarde pude agradecerte y retribuirte por la increíble muestra de amistad que tuviste conmigo. La verdad es que no sé qué hubiera hecho sin vos... sin tus consejos y sin tu apoyo. La vida me parecía muy difícil para soportarla sólo pero con tu ayuda y tu amor he logrado salir adelante y volver a reír y a disfrutar de las cosas. Tu amistad, amiga mía, fue una gran lección que aprendí de golpe, pero fue el conocimiento más profundo y más maravilloso que jamás ha entrado en mi vida. Ayudar al que esta caído es un sentimiento noble y puro en este mundo de indiferencia y horror, y eso fue exactamente lo que vos hiciste conmigo, me levantaste, y no sólo me levantaste, sino que además me enseñaste a volver a caminar.
Te amo con toda mi alma Antonella Soledad Rotundo ( En pocas palabras... ¡Nunca me faltes! )

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